GALERÍA DE ARTE

Sunday, November 11, 2007

Joan Costa



Una pintura para el
II Centenario del Colegio de Gandía


Sacra Limpieza.
El día siguiente

Autor: Joan Costa
Año 2007
Óleo sobre lienzo, 480 x 220 cm


I.
Es la mañana del Viernes Santo. Las mujeres limpian el cenáculo. Sólo han pasado unas horas desde que, en el crepúsculo del día anterior, Jesús y sus discípulos celebraron la Última Cena. Acabada la Eucaristía está teniendo lugar la primera limpieza de una iglesia en la Historia del Cristianismo.

Por los rayos de luz que entran en el recinto por la puerta derecha, es casi mediodía: Jesús está en esos momentos cumpliendo su Misión y las mujeres cumplen la suya.

II.
El escenario es el mismo que Leonardo pintara para el convento de Santa María delle Grazie de Milán, solo que aquí figura ampliado por ambos lados gracias a la continuación, hacia la base del cuadro, de las líneas de fuga del pavimento. Estos espacios laterales inventados nos invitan a fantasear sobre una visión más completa de la sala. ¿Por qué no incluir sendas puertas laterales abiertas al exterior, si ello no afecta a la construcción original de Leonardo?. De esta manera el espacio adopta forma de cruz latina, de la que la mirada del espectador formará parte cuando busque el paisaje del fondo.

III.
Si en el fresco leonardiano los protagonistas son hombres, aquí son mujeres anónimas.

El trabajo, poco relevante socialmente, de las mujeres limpiadoras nunca ha sido fuente de inspiración para cuadros de tema religioso. Por el contrario, multitud de santas, reinas, monjas y nobles damas atestan el repertorio iconográfico de la Historia de la Pintura.

Esta pintura puede considerarse como un modesto acto de justicia hacia las mujeres que quitan la suciedad ajena para ganarse la vida.

De mi infancia recuerdo imágenes de mujeres arrodilladas limpiando el suelo, con cubos de latón de los que sacan bayetas chorreantes que estrujan entre las manos con gestos muy característicos. En estas inconfortables posturas llevaban a cabo su trabajo sin esperar ningún reconocimiento: era su obligación. Y así fue hasta que Emilio Bellvís inventó la fregona en los años cincuenta del siglo pasado.

IV.
Gracias a estas mujeres aquí representadas el cenáculo leonardiano se transforma en decorado de un cuadro de historia. De tema sacro pasa a tema social, con un acontecimiento histórico nunca tenido en cuenta, inadvertido y ninguneado.

V.
Y el que sean 12 mujeres, a su vez, libera el tema de la literalidad historicista para sugerirnos, ya en el territorio de los significados metafóricos, una posible alegoría sobre la Iglesia como institución: hay mujeres que trabajan a la derecha y las hay que lo hacen a la izquierda; unas lo hacen a la luz del reconocimiento público y otras en la oscuridad del anonimato.

En el extremo derecho una Eva elevada y redimida recoge el fruto de la santidad. En el extremo opuesto alguien practica la caridad extramuros de la propia Institución. Unas tienen el poder de quitar y poner, de espaldas a las nuevas generaciones que, como en un juego intrascendente, se acercan al legado sacramental. En este punto deja de ser un cuadro de iglesia para convertirse en una pintura sobre la Iglesia.

VI.
Finalmente, el espectador avezado podrá rastrear citas sobre la pintura del pasado, comenzando por la del propio Leonardo. Estas citas están cifradas en forma de objetos y modos estilísticos que hacen referencia a pintores célebres, como si de un tapiz de fragmentos se tratara. Es en este uso del reciclado de imágenes, ya utilizadas anteriormente, donde reside el concepto primigenio del que se partió al inicio de esta pintura: debe ser el espectador el que, con su contemplación, acabe la obra. Con este fin se ofrecen algunas claves para encontrar referencias visuales de Caravaggio, Velázquez, Zurbarán, Goya, Van Gogh, Sorolla, el Guernica de Picasso, Mondrian - Dalí... y algunas más que, aunque el autor no las haya pintado, podrá encontrar el espectador por su propia voluntad y en uso de su legítimo derecho.